¿Cómo fue tu experiencia formándote como musicoterapeuta en el postitulo?
Afortunadamente soy muy intuitiva con el oído y eso para mí ha sido fundamental en el trabajo musical que he hecho, porque desde lo intuitivo he podido llegar a otros niveles del conocimiento y el trabajo con la música.
Por muchos años impartí clases de danza moderna y contemporánea, en distintas colegios y centros culturales de Santiago. Siempre intenté trabajar con música en vivo, pero…era un sueño! difícil tener asesor musical, entonces decidí incorporar la percusión, percutir para mis alumnos(as), danzar con los sonidos.
Cuando entré al postítulo estaba un poco asustada, era la única postulante profesora de danza, todos mis compañeros eran músicos. La vara estaba alta para mí! Mi formación estaba basada en la danza y no en la música.
No me olvido del examen, era inevitable la ansiedad. Fuí muy bien recibida por la profesora Susanne Bauer…me sentí cómoda enseguida y, pude cantar y percutir, justo lo que más dominaba.
Desde ese momento en adelante, mi objetivo fue sólo enfocarme en lo esencial, escuchar y observar lo más posible, aprender de mis compañeros(as) y profesores(as), aceptar mir errores y pedir ayuda cuando fuese necesario.
Una vez que terminaste tu formación, ¿cómo fue tu camino, cómo fuiste desarrollándote ya como musicoterapeuta profesional?
Siempre estuve ligada a la formación como docente, a la educación, y también al trabajo social comunitario, entonces desde ahí se fueron dando algunas oportunidades. Entre mis varios grupos de alumnos(as) hubo profesionales psicólogas que trabajaban en el área de salud y en educación, algunas de estas alumnas me pusieron en contacto con universidades y otras instituciones.
En calidad de musicoterapeuta voluntaria trabajé largo tiempo, al menos 6 años. Mi primera clase como musicoterapeuta fue en la Escuela de Psicología de PUC. Posteriormente trabajé en ONG’s y otras organizaciones. Unidad de Drogodependencia del Hospital Barros Luco. Intervención con hijos de pobladores del Cerro La Cruz de Valparaíso, tras el incendio de 2014, y un proyecto de “Musicoterapia para Operadores Comunitarios” en Universidad Católica del Maule, posterior al terremoto de 2010.
Mis primeros trabajos como musicoterapeuta independiente fueron realizados fuera de Santiago, algunos de ellos en la ciudad de Talca, ciudad con la que tengo muchos vínculos.
Conocí a Máximo González, médico y terapeuta floral uruguayo, con quien iniciamos un innovador proyecto de investigación, “Sonorizar las flores”, “Musicar las esencias”. El proyecto consistía en fusionar la musicoterapia y la terapia floral . Realizamos varios ciclos de talleres por espacio de 2 años.
Participé durante nueve años, como musicoterapeuta invitada, al interior de la cátedra de Medicina Deportiva de la Escuela de Kinesiología de la Universidad de Chile.
Actualmente cuento con un espacio propio; Crisol Centro de Danza y Musicoterapia en el cual se realizan clases de artes visuales, música, danza y musicoterapia.
Como musicoterapeuta realizo intervenciones en autismo (niños), ACV (adultos) y embarazo (adolescentes y adultos).
Al interior de Crisol funciona Centro Benenzón Chile, desde 2014, espacio del cual soy directora desde esa fecha. En CBCH se realiza la formación en Terapia Benenzon, basada en el Modelo Benenzon de Musicoterpia.
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