Escrito por Juan Pablo Martínez, musicoterapeuta socio de Achim, en el marco de su participación en la delegación que representó a nuestra Asociación en los workshops realizados en el IV Congreso Chileno de Estudiantes de Medicina, COCEM 2019. 

Hace tres meses atrás, la Asociación Chilena de Musicoterapia me invitó, junto a tres compañeros y compañeras más de nuestra generación 2015-2017, a realizar un Workshop sobre Musicoterapia en contextos hospitalarios a realizarse el martes 23 y miércoles 24 de Julio, en la emblemática Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en el marco del IV° Congreso Chileno de Estudiantes de Medicina – COCEM 2019 – organizado por la Comunidad Científica de Estudiantes de Medicina de la Universidad de Chile, Universidad Católica de Chile y Universidad de Valparaíso.

Cuando acepté la invitación, no lo dudé un segundo. Sin duda sería una enriquecedora experiencia, y, sobre todo, una oportunidad para encontrarme con los otros miembros de la delegación, mis compañeros Juan Carlos Sánchez, Gabriela Martínez y Gonzalo Venegas en Santiago, ciudad que no visito muy frecuentemente.

 Sin embargo, debo reconocer que cuando encontré la calma en una de esas noches paternales, cuando mis hijos ya se duermen y comienzo a ordenar el siguiente día, fui tomando el peso propio de lo que significaba representar a toda una comunidad de profesionales, académicos y estudiantes de nuestra disciplina. Y, por si fuera poco, comprender que se llevan años de lucha incansable por parte de mis profes para que la Musicoterapia sea reconocida por el Ministerio de Salud como un área necesaria en el aporte del mejoramiento de la calidad de vida de los chilenos y chilenas, y de esta manera reconocernos
como profesión, al igual que en países de Latinoamérica, Europa y EEUU. 

Fue ahí cuando comenzamos a hacernos preguntas, y creo que la más valiosa fue: ¿Por qué nosotros, las nuevas generaciones debíamos estar en un espacio tan valioso para la ACHIM? Creo que fue esta la pregunta que nos motivó a buscar un sentido desde lo colectivo sobre nuestra presencia en el Congreso recién pasado, pues desde ahí nos propusimos abrir un espacio de difusión sobre nuestra disciplina, mediante una experiencia vivencial, dirigida a estudiantes de medicina de todo Chile. Y desde esta experiencia, reflexionar junto a ellos, escuchar sus apreciaciones, recoger sus intereses y encontrarnos para saber sobre cómo ven las futuras generaciones del área de la salud a las terapias del arte.

Con respecto a la convocatoria, recibimos a un total de 30 estudiantes de diferentes Universidades chilenas, quienes desde un comienzo se vieron un poco extrañados al no ver sillas en una sala de clases. Comenzaron de a poco entender que pasarían por una experiencia vivencial cuando se dieron cuenta que
había instrumentos, y así comenzaron a acomodarse en el espacio que por poco se nos hizo pequeño. Nos dimos cuenta de que eran jóvenes que estaban en busca de un primer acercamiento con la Musicoterapia, ya que ninguno de ellos había tenido la oportunidad de acercarse a algo similar a las jornadas que realizamos esos días, o a través de un proceso terapéutico. Lo que sí nos mencionaron es que se estaba hablando de esto en sus espacios académicos, y desde allí nacían sus intereses de tomar este workshop, algo que nos pareció tremendamente valioso.

Respecto a los contenidos que abordamos, logramos responder a sus interrogantes de manera individual y grupal, entregando una visión clara sobre la aplicación de Musicoterapia en el ámbito hospitalario, enfatizando en la rigurosidad y la importancia del proceso sistemático, y diferenciando a la disciplina de otras aplicaciones con sonido o música que los estudiantes conocían desde su propio imaginario. Creemos que, para esto último, fue tremendamente valioso que los estudiantes pasaran por experiencias vivenciales con métodos de improvisación y musicoterapia receptiva.

Por último, es importante destacar la acogida que recibimos por parte de los estudiantes que tomaron el workshop y sus organizadores. Existe una muestra de valoración hacia lo que ACHIM ha estado realizando todos estos años. Reflejo de esto, pudios identificar estudiantes que manifestaron especializarse en Musicoterapia luego de terminar su carrera, y por ende, la necesidad de comenzar a acercarse desde ya a espacios formativos como éste u otros que ACHIM realice a futuro. Además, hubo muestras de interés por integrar más espacios con musicoterapia, no sólo en los espacios hospitalarios, sino también en los espacios académicos.

En síntesis, esta experiencia me sirvió en lo personal para comprender que el trabajo de ACHIM debe entenderse siempre como lo ha sido: un trabajo colectivo, que busca fortalecer y resguardar nuestro quehacer en los diferentes ámbitos, así como también abrir nuevos espacios para difundir y aprender aún más sobre nuestra disciplina. Y que las nuevas generaciones de musicoterapeutas también debemos aportar abriendo estos caminos.